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Versos de José Martí
Discografía

Versos de José Martí

1975

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José Martí (Cuba, 1853 – 1895), el ideólogo de la unidad continental, el hombre que unió voluntades en el Partido Revolucionario Cubano para hacer la guerra necesaria contra el colonialismo español, y uno de los primeros en denunciar la esencia expansionista del capitalismo norteamericano, tuvo siempre sus ojos clavados en Nuestra América. De dónde, si no del corazón, de la entraña misma de la tierra americana salió su voz llena de ternura y de esperanza, en defensa constante de los oprimidos, y desbordante de amor a la libertad.

Una de las voces más profundas de la trova joven cubana, Pablo Milanés (1943), entrega en este disco versos de Martí (y un fragmento de “Nuestra América”.) convertidos en canciones, donde la raíz genuinamente americana de los textos entronca con melodías que recogen sus aires en el pueblo, para juntas dar su magia, su incisiva belleza, su realidad y su fuerza.

TEMAS DEL DISCO

1 – Yo soy un hombre sincero (José Martí – Pablo Milanés)

Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes
y hacia todas partes voy,
arte soy entre las artes
y en los montes, monte soy.

Oculto en mi pecho bravo
la pena que me lo hiere:
el hijo de un pueblo esclavo
vive por él, calla y muere.

Yo he visto al águila herida
volar al azul sereno
y morir en su guarida
la víbora del veneno.

Temblé una vez, en la reja,
a la puerta de la viña
cuando la bárbara abeja
picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
que gocé cual nunca, cuando
la sentencia de mi muerte
leyó el alcaide llorando.

Mírame, madre, y por tu amor no llores,
si esclavo de mi edad y mis doctrinas
tu mártir corazón llené de espinas,
piensa que nacen entre espinas flores.

Un verso forjé
donde crece la luz.
¡Y América y el hombre digno sea!

2 – Mi verso es como un puñal (José Martí – Pablo Milanés)

Mi verso es como un puñal
que por el puño, echa flor.
Mi verso es un surtidor
que da un agua de coral.

Mi verso es de un verde claro
y de un carmín encendido.
Mi verso es un ciervo herido
que busca en el monte amparo.

¡Penas! ¿Quién osa decir
que tengo yo penas? Luego,
después del rayo, y del fuego,
tendré tiempo de sufrir.

Yo sé de un pesar profundo
entre las penas sin nombres:
¡la esclavitud de los hombres
es la gran pena del mundo!

Hay montes, y hay que subir
los montes altos: ¡después
veremos, alma, quién es
quién te me ha puesto al morir!

3 – Banquete de tiranos (José Martí – Pablo Milanés)

Hay una raza vil de hombres tenaces
de sí propios inflados, y hechos todos,
todos, del pelo al pie, de garra y diente,
y hay otros, como flor, que al viento exhalan
en el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tórtolas y fieras
y plantas insectívoras y pura
sensitiva y clavel en los jardines.
De alma de hombres los unos se alimentan,
los otros su alma dan a que se nutran
y perfumen su diente los glotones,
tal como el hierro frío en las entrañas
de la virgen que mata se calienta.

A un banquete se sientan los tiranos,
pero cuando la mano ensangrentada
hunden en el manjar, del mártir muerto
surge una luz que les aterra, flores
grandes como una cruz súbito surgen
y huyen, rojo el hocico y pavoridos
a sus negras entrañas los tiranos.

Los que se aman a sí, los que la augusta
razón a su avaricia y gula ponen,
los que no ostentan en la frente honrada
ese cinto de luz que en el yugo funde
como el inmenso sol en ascuas quiebra
los astros que a su seno se abalanzan,
los que no llevan del decoro humano
ornado el sano pecho, los menores
y los segundones de la vida, sólo
a su goce ruin y medro atentos
y no al concierto universal.

Danzas, comidas, músicas, harenes,
jamás la aprobación de un hombre honrado.
Y si acaso sin sangre hacerse puede,
hágase… clávalos, clávalos
en el horcón más alto del camino
por la mitad de la villana frente.
A la grandiosa humanidad traidores.
Como implacable obrero
que a un féretro de bronce clavetea,
los que contigo,
se parten la nación a dentelladas.

4 – Al buen Pedro (José Martí – Pablo Milanés)

Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
porque tras mis orejas el cabello
en crespas ondas su caudal levanta.
¡Diles, bribón, que mientras tú en festines,
en rubios caldos y en fragantes pomas,
entre mancebas del astuto Norte,
de tus esclavos el sudor sangriento
torcido en oro descuidado bebes,
pensativo, febril, pálido, grave,
mi pan rebano en solitaria mesa
pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
de libertar de su infortunio al siervo
Y de tu infamia a ti!
Y en estos lances,
suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
faltar la monedilla que reclama,
con sus húmedas manos el barbero.

5 – Si ves un monte de espumas (José Martí – Pablo Milanés)

Si ves un monte de espumas,
es mi verso lo que ves:
mi verso es un monte, y es
un abanico de plumas.

Mi verso al valiente agrada:
mi verso, breve y sincero,
es del vigor del acero
con que se funde la espada.

Duermo en mi cama de roca
mi sueño dulce y profundo:
roza una abeja mi boca
y crece en mi cuerpo el mundo.

Si ves un monte de espumas,
es mi verso lo que ves:
mi verso es un monte, y es
un abanico de plumas.

6 – Vierte corazón tu pena (José Martí – Pablo Milanés)

Vierte, corazón, tu pena
donde no se llegue a ver,
por soberbia, y por no ser
motivo de pena ajena.

Yo te quiero, verso amigo,
porque cuando siento el pecho
ya muy cargado y deshecho
parto la carga contigo.

Tú me sufres, tú aposentas
en tu regazo amoroso,
todo mi amor doloroso,
todas mis ansias y afrentas.

Tú, porque yo pueda en calma
amar y hacer bien, consientes
en enturbiar tus corrientes
con cuanto me agobia el alma.

Tú, porque yo cruce fiero
la tierra, y sin odio y puro,
te arrastras, pálido y duro,
mi amoroso compañero.

Mi vida así se encamina
al cielo limpia y serena,
y tú me cargas mi pena
con tu paciencia divina.

Y porque mi cruel costumbre
de echarme en ti te desvía
de tu dichosa armonía
y natural mansedumbre;

porque mis penas arrojo
sobre tu seno, y lo azotan,
y tu corriente alborotan,
y acá lívido, allá rojo.

Blanco allá como la muerte,
ora arremetes y ruges,
ora con el peso crujes
de un dolor más que tú fuerte.

¿Habré, como me aconseja
un corazón mal nacido,
de dejar en el olvido
a aquel que nunca me deja?

¡Verso, nos hablan de un Dios
adonde van los difuntos:
verso, o nos condenan juntos,
o nos salvamos los dos!

7 – Éramos (José Martí – Pablo Milanés)

Éramos una visión,
con el pecho de atleta,
las manos de petimetre
y la frente de niño.

Éramos una máscara,
con los calzones de Inglaterra,
el chaleco parisién,*
el chaquetón de Norteamérica
y la montera de España.

El indio, mudo,
nos daba vueltas alrededor,
y se iba al monte,
a la cumbre del monte,
a bautizar a sus hijos.

El negro, oteado,
cantaba en la noche
la música de su corazón,
solo y desconocido,
entre las olas y las fieras.

El campesino, el creador,
se revolvía, ciego de indignación,
contra la ciudad desdeñosa,
contra su criatura.

El texto original dice “el chaleco parisiense”

8 – Amor de Ciudad Grande (José Martí – Pablo Milanés)

De gorja son y rapidez los tiempos:
corre cual luz la voz; en alta aguja
cual nave despeñada en sirte horrenda
húndese el rayo, y en ligera barca
el hombre, como alado, el aire hiende.
¡Así el amor, sin pompa ni misterio .
muere, apenas nacido, de saciado!
¡Jaula es la villa de palomas muertas
y ávidos cazadores! Si los pechos
se rompen de los hombres, y las carnes
rotas por tierra ruedan, ¡no han de verse
dentro más que frutillas estrujadas!

De gorja son y rapidez los tiempos:
se ama de pie en las calles, entre el polvo
de los salones y plazas. Muere
la flor el día en que nace. Aquella virgen
trémula que antes a la muerte daba
la mano pura que ha ignorado mozo;
el goce de temer; aquel salirse
del pecho el corazón; el inefable
placer de merecer; el grato susto
de caminar de prisa en derechura
del hogar de la amada, y a sus puertas,
como un niño feliz, romper en llanto;
y aquel mirar, de nuestro amor al fuego,
irse tiñendo de color las rosas.
¡Ea, que son patrañas! pues, ¿quién tiene
tiempo de ser hidalgo? ¡Bien que sienta,
cual áureo vaso o lienzo suntuoso,
dama gentil en casa de magnate!
O si se tiene sed, se alarga el brazo
y a la copa que pasa, ¡se la apura!
Luego, la copa turbia al polvo rueda,
y el hábil catador, manchado el pecho
de una sangre invisible, ¡sigue alegre,
coronado de mirtos, su camino!

No son los cuerpos ya sino desechos,
¡y fosas y jirones! Y las almas
no son como en el árbol fruta rica
en cuya blanda piel la almíbar dulce
en su sazón de madurez rebosa,
¡sino fruta de plaza que a brutales
golpes el rudo labrador madura!

¡La edad es ésta de los labios secos!
¡De las noches sin sueño! ¡De la vida
estrujada en agraz! ¿qué es lo que falta
que la ventura falta? como liebre
azorada, el espíritu se esconde,
trémulo huyendo al cazador que ríe,
cual en soto selvoso, en nuestro pecho;
y el deseo, del brazo de la fiebre,
cual rico cazador recorre el soto.

¡Me espanta la ciudad! toda está llena
de copas por vaciar, ¡oh huecas copas!
Tengo miedo, ¡ay de mi! de que este vino
tósigo sea, y en mis venas luego
¡cual duende vengador los dientes clave!
Tengo sed, más de un vino que en la tierra
¡no se sabe beber! ¡No he padecido
bastante aún, para romper el muro
que me aparta, ¡oh dolor! de mi viñedo!
¡Tomad vosotros, catadores ruines
de vinillos humanos, esos vasos
donde el jugo de lirio a grandes sorbos
sin compasión y sin temor se bebe!

¡Tomad! Yo soy honrado
¡Tomad! ¡Y tengo miedo!
¡Tomad!

9 – Poética (José Martí – Pablo Milanés)

La verdad quiere cetro. El verso mío
puede, cual paje amable, ir por lujosas
salas de aroma vario y luces ricas,
temblando enamorado en el cortejo
de una ilustre princesa, o gratas nieves
repartiendo a las damas. De espadines
sabe mi verso, y de jubón violeta
y toca rubia, y calza acuchillada.
Sabe de vinos tibios y de amores
mi verso montaraz, pero el silencio
del verdadero amor, y la espesura
de la selva prolífica prefiere.
¡Cuál gusta del canario, cuál del águila!

10 – El príncipe enano (José Martí – Pablo Milanés)

Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.
Tiene guedejas rubias,
blandas guedejas.
Por sobre el hombro blanco,
luengas le cuelgan.
Sus dos ojos parecen
estrellas negras.
Vuelan, brillan, palpitan,
¡relampaguean!
Él para mí es corona,
almohada, espuela.
Mi mano, que así embrida
potros y hienas,
va, mansa y obediente,
donde él la lleva.
Si el ceño frunce, temo;
si se me queja,
cual de mujer, mi rostro
nieve se trueca.
Su sangre, pues, anima
mis flacas venas.
¡Con su gozo, mi sangre
se hincha o se seca!
t Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.

¡Venga mi caballero
por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
por esta cueva!
Tal es, cuando a mis ojos
su imagen llega,
cual si en lóbrego antro
pálida estrella,
con fulgores de ópalo
todo vistiera.
A su paso la sombra
matices muestra,
como el sol que las hiere
las nubes negras.
¡Heme ya, puesto en armas,
en la pelea!
Quiere el príncipe enano
que a luchar vuelva.
¡Él para mí es corona,
almohada, espuela!
como el sol, quebrando
las nubes negras,
en bandas de colores
la sombra trueca,
él, al tocarla, borda
en la onda espesa,
mi banda de batalla
roja y violeta.
¿Con qué mi dueño quiere ,
que a vivir vuelva?
¡Venga mi caballero
por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
por esta cueva!
¡Déjeme que la vida
a él ofrezca!
Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.

11 – El enemigo brutal (José Martí – Pablo Milanés)

El enemigo brutal
nos pone fuego a la casa.
El sable la calle arrasa,
a la luna tropical.

Pocos salieron ilesos
del sable del español.
La calle, al salir el sol,
era un reguero de sesos.

Pasa, entre balas, un coche,
entran, llorando, a una muerta,
llama una mano a la puerta
en lo negro de la noche.

No hay bala que no taladre
el portón, y la mujer
que llama, me ha dado el ser:
me viene a buscar mi madre.

A la boca de la muerte,
los valientes habaneros
se quitaron los sombreros
ante la matrona fuerte.

Y después que nos besamos
como dos locos, me dijo:
¡Vamos pronto, vamos hijo.
La niña está sola, vamos!

12 – Es rubia, el cabello suelto

Es rubia, el cabello suelto
da más luz al ojo moro
voy desde entonces envuelto
en un torbellino de oro.

La abeja estival que zumba
más ágil por la flor nueva
no dice como antes, tumba
Eva, dice todo es Eva.

Bajo el oscuro, al temido
raudal de la catarata
y brilla el iris tendido
sobre las hojas de plata.

Miro ceñudo la agreste
pompa del monte irritado
y en el alma azul celeste
brota un jacinto rosado.

Voy por el bosque a paseo
a la laguna vecina
y entre las ramas la veo
y por el agua camina
la serpiente del jardín
silba, escupe y se resbala
por su agujero
el clarín me tiende trinando el ala.

Arpa soy, salterio soy
donde vibra el universo
vengo del sol y al sol voy
soy el amor,
soy el verso.